Una bengala encendida por un fanático inició un incendio que dejó un saldo de 194 muertos y 1.432 heridos.
El 30 de diciembre de 2004, la combinación de corrupción, negligencia y falta de controles desencadenó una de las mayores tragedias de la historia argentina. Durante un recital de la banda Callejeros en el boliche República Cromañón, una bengala encendida por un fanático inició un incendio que dejó un saldo de 194 muertos y 1.432 heridos. A dos décadas de aquel fatídico día, la masacre sigue siendo una herida abierta para los sobrevivientes, los familiares de las víctimas y la sociedad.
Una noche de horror
El boliche, ubicado en Bartolomé Mitre al 3000, había sido habilitado para un máximo de 1.031 personas, pero esa noche ingresaron más de 4.500 fanáticos. Apenas habían pasado dos minutos desde el inicio del show cuando una bengala prendió fuego una media sombra de material inflamable que recubría el techo.
El incendio se apagó rápidamente, pero el humo tóxico, compuesto de monóxido de carbono y ácido de hidrógeno, se expandió por todo el recinto, asfixiando a cientos de personas. Las salidas de emergencia estaban bloqueadas, y el pánico se apoderó de los asistentes.
“Había niños, adolescentes, familias enteras tratando de salir. El humo era denso, negro, insoportable. Los que lograron salir volvían a entrar a buscar a los suyos. Fue un caos total,” recuerdan los sobrevivientes.
Una de las imágenes más estremecedoras fue la de los bomberos intentando abrir una puerta bloqueada por los organizadores. Cuando lograron destrabarla, decenas de cuerpos se desplomaron, una muestra devastadora del abandono y la corrupción que permitieron la tragedia.
Un Año Nuevo que nunca fue
En los días que siguieron, la ciudad quedó paralizada por el dolor y el caos. Los familiares buscaban desesperados a sus seres queridos en hospitales y morgues. Las autoridades confirmaron que la mayoría de las víctimas habían muerto por inhalación de gases tóxicos.
De los fallecidos, 17 sobrevivientes se suicidaron en los años posteriores, incapaces de sobrellevar el trauma y la falta de apoyo estatal.
Juicio y condenas: el peso de la impunidad
En los años siguientes, la tragedia derivó en una serie de juicios que expusieron las profundas fallas del sistema. En 2007, tres integrantes de la Superintendencia de Bomberos fueron condenados por recibir coimas para permitir el funcionamiento del boliche sin las condiciones de seguridad necesarias.
En 2008, el juicio oral llevó al banquillo a Omar Chabán, dueño del boliche, y a Raúl Villarreal, su mano derecha, además de varios funcionarios y miembros de la banda Callejeros. Inicialmente, los músicos fueron absueltos, pero en 2011 la Cámara de Casación los encontró culpables como coorganizadores del evento.
A lo largo de cuatro juicios, quedaron expuestas las redes de corrupción que habilitaron Cromañón pese a sus graves irregularidades. Entre los condenados estuvo Roberto Calderini, exinspector del gobierno porteño, quien cobró coimas para autorizar el funcionamiento del lugar.
Un cambio abrupto en la sociedad
La masacre de Cromañón marcó un antes y un después en la cultura del entretenimiento en Argentina. Desde entonces, se implementaron controles más estrictos en la habilitación de locales nocturnos, pero para las familias de las víctimas el daño es irreparable.
“A 20 años, seguimos buscando justicia, porque la corrupción no solo destruyó nuestras vidas, también permitió que esta tragedia ocurriera,” señalan los familiares.
El recuerdo de Cromañón sigue vivo, como una advertencia sobre las consecuencias devastadoras de la negligencia y la corrupción. A 20 años, la memoria colectiva sigue luchando para que algo así no vuelva a repetirse.