(Ramiro Barreiro) Un día como hoy, pero hace 50 años, Eduardo Almirón, oficial del grupo parapolicial Triple A, y otro hombre asesinaban al sacerdote Carlos Francisco Mugica luego de haber presenciado su última misa, ofrecida en una parroquia del barrio porteño de Villa Luro.
El religioso recibió cinco balazos de frente disparados por un par de ametralladoras, y su amigo Ricardo Capelli -quien identificó al autor material- fue impactado por cuatro. «Yo no quiero que me operes a mí antes que a él», le dijo Mugica al doctor Marcelo Larcade, al llegar al hoy inexistente hospital Salaberry.
Capelli se salvó, pero luego fue detenido ilegalmente en la dictadura de 1976-1983, aunque resultó liberado. Mugica, en tanto, murió luego de dos horas de operación y se convirtió en el segundo de los, al menos, 19 militantes de la Villa 31 que fueron asesinados o detenidos por la represión, iniciada informalmente durante el Gobierno democrático de María Estela Martínez de Perón (1974-1976).
Pero además, Mugica fue uno de los fundadores del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y del movimiento de «curas villeros», así como partícipe de las luchas populares de la Argentina de las décadas de 1960 y 1970. Hoy, es un símbolo del sacerdocio popular que propugna el papa Francisco dentro y fuera de la institución y del barrio que lleva su nombre o, como se conoce en Buenos Aires, la fastuosa Villa 31.
«Mugica fue un tipo que de verdad ponía el corazón a fondo en todo lo que hacía: su preocupación, su compromiso con la Iglesia, su obediencia a la Iglesia (…) Ese compromiso de Carlos de trabajar, de buscar las necesidades del barrio y de responderlas de manera comunitaria, porque no se cortaba solo, con gente del mismo barrio, con lo que nosotros llamamos la comunidad organizada», describe a la Agencia Sputnik el padre Nacho Bagattini, párroco de la parroquia Cristo Obrero de la Villa 31, fundada por Mugica.
Para el religioso, ese trabajo es el mismo trabajo que hoy viene haciendo la Iglesia «de seguir encontrando necesidades todo el tiempo, no seguir de largo», en medio de una crisis económica que se agudizó en los últimos cinco meses, y que se evidenció mucho más, desde que afecta también a la clase media.
En medio de esa crisis, y a contramano del bloque oficialista en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, el equipo de Sacerdotes de Villas y Barrios Populares de Argentina junto con la Conferencia Episcopal y otros sectores de la Iglesia Católica recuerdan al más emblemático de los curas populares en lo que se dio a conocer como la «Semana Mugica», que concluye este domingo con una movilización y una gran misa en el Estadio Luna Park, de esta capital.
La celebración también es impulsada por un deseo profundo de la Iglesia argentina para que no se deje hablar de los pobres, en momentos donde la clase media se ve como la más afectada en las primeras planas, y sin caer en la todavía vigente grieta política, que posterga el diseño de soluciones.
Así, el párroco comenta que ha crecido mucho en los últimos meses la cantidad de personas que concurren a los comedores, ya no para desayunar, sino para completar tres comidas diarias, al mismo tiempo en que se repiten los problemas de consumo de pasta base, entre los jóvenes.
«Hoy se debate mucho esto, se debate desde Nación el tema del Estado que se retira porque a veces se dice que el Estado entorpece. Yo creo que el Estado tiene que estar, me parece que la discusión tiene que estar puesta en el cómo tiene que estar ese Estado presente en un barrio», asegura.
Y completa: «Si hoy, de golpe, nos encontramos con un montón de pibes y pibas en consumo, que es uno de los más grandes problemas que tenemos en los barrios por el narcotráfico, ahí es donde nosotros decimos que Carlos en esto se involucraría y se metería y lo haría de manera comunitaria con la gente».
RESISTENCIAS
En abril, el grupo de legisladores del oficialista La Libertad Avanza (ultraderecha) presentó sendos proyectos para rebautizar algunas estaciones del metro y retirar las esculturas emplazadas en la avenida 9 de Julio en homenaje a Mugica y al escritor, ensayista y político Arturo Jauretche.
Bagattini entiende que Mugica «representa a los curas de la villa, sí, pero también representa a mucha gente que no hace partidismo, que no tiene una cuestión de adoctrinamiento y nada por el estilo, sino que va representado en él el deseo de poder vivir mejor, y de alguien que acompañó y donde la iglesia también quiere seguir acompañando».
«Cuando vos presentas un proyecto de ley y no lo haces de manera prudente, en el momento oportuno, o quizás con una previa de diálogo, me parece que ahí es cuando justamente generas una ruptura, generas un malestar, generas enojos, y me parece que en este momento del país no tenemos que generar esas cosas», completa.
No obstante, cree que ahora, a 50 años de su asesinato, «empieza a aflorar su persona de verdad, su humanidad», muchas veces silenciada por el prejuicio de su pasado militante, que cubrió su figura sacerdotal.
En otras palabras, Mugica al fin puede sacarse sus estigmas. (Sputnik)