La dislexia es un trastorno del aprendizaje que complica la lectura y la escritura fluida, pero no tiene nada que ver con la inteligencia. Afecta a millones de personas en el mundo, incluyendo un 10% de los estudiantes en Argentina, y puede generar problemas emocionales como ansiedad y baja autoestima. Un reciente estudio científico destaca cómo este trastorno impacta la salud mental, subrayando la necesidad de un diagnóstico temprano y apoyo adecuado.
¿Qué es la dislexia y por qué ocurre?
La dislexia se define como una dificultad para reconocer y decodificar palabras escritas de manera precisa y rápida. No se trata de un problema de comprensión o de inteligencia general; las personas con dislexia suelen tener un coeficiente intelectual normal. Según el profesor Bruce Pennington, de la Universidad de Denver, este trastorno tiene un origen neurobiológico y genético. «Existe una predisposición hereditaria en muchos casos, aunque las manifestaciones varían entre individuos», explica el experto.
Este trastorno afecta áreas del cerebro responsables del procesamiento del lenguaje y se presenta en niños sin desventajas físicas, psíquicas o socioculturales. Aproximadamente uno de cada 10 niños lo padece, y su causa radica en alteraciones del neurodesarrollo. A diferencia de otros problemas de aprendizaje, la dislexia no influye en la expresión oral ni en la capacidad para entender conceptos; solo dificulta la conexión entre letras, sonidos y palabras.
La realidad global y en Argentina
De acuerdo con la World Population Review, entre el 5% y el 10% de la población mundial —alrededor de 700 millones de personas— vive con algún grado de dislexia. En Argentina, las estadísticas educativas indican que el 10% de los estudiantes enfrenta este desafío, lo que resalta la urgencia de políticas inclusivas en las escuelas. Sin embargo, uno de los mayores obstáculos es la detección tardía. La doctora Julie Lindstrom, especialista noruega en dislexia, enfatiza: «Un diagnóstico temprano es clave para implementar estrategias de apoyo efectivas y evitar complicaciones a largo plazo».
Con un tutor especializado o programas educativos adaptados, la mayoría de los niños con dislexia puede tener éxito académico. Intervenciones basadas en fonética —que enseñan explícitamente las relaciones entre letras (grafemas) y sonidos (fonemas)— han demostrado ser muy útiles. Estas deben ser intensivas y personalizadas para maximizar los resultados.
El impacto emocional: ansiedad y autoestima en juego
Más allá de las dificultades académicas, la dislexia deja una huella profunda en la salud emocional. Un estudio publicado en el Journal of Learning Disabilities analizó a niños con este trastorno y encontró que experimentan altos niveles de ansiedad y baja autoestima, principalmente por el fracaso percibido en la escuela. Las luchas diarias con la lectura pueden generar frustración, aislamiento y miedo al ridículo, lo que agrava estos problemas si no se abordan.
Expertos coinciden en que el apoyo emocional es tan crucial como el académico. Familias y sistemas educativos deben crear entornos positivos, evitando el estigma. «Proporcionar un ambiente de apoyo ayuda a mitigar estos efectos y mejora el bienestar general», concluye el estudio. Iniciativas como la de Harvard, que investiga los orígenes de la dislexia en bebés de tres meses, prometen avances en la prevención temprana.
Hacia un futuro más inclusivo
La buena noticia es que la dislexia se puede tratar y manejar con éxito. Un diagnóstico precoz, combinado con terapias especializadas y respaldo emocional, permite a las personas con dislexia no solo superar obstáculos, sino también destacar en sus fortalezas, como la creatividad o el pensamiento visual. En Argentina y el mundo, urge invertir en educación inclusiva para que estos 700 millones de personas alcancen su potencial pleno.