(Ana Delicado Palacios) «No esperaba que esta situación fuese tan terrible como lo está siendo». Con esta desilusión, Alejandro Díaz-Caro, un científico argentino que regresó en 2014 a Buenos Aires a través de un programa de repatriación de investigadores, ha hecho sus maletas de nuevo ante la desinversión en ciencia y tecnología que ejecuta el Gobierno de Javier Milei desde que asumió en diciembre.
Profesor e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), este licenciado en Ciencias de la Computación se marcha a vivir a Francia, país que lo acogió para que estudiase un doctorado antes de que optase por volver a su país natal hace diez años a través del programa «Raíces».
Díaz-Caro deja así sus clases e investigaciones en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad Nacional de Quilmes. «Si no me fui hasta ahora, fue porque me había comprometido a organizar un congreso internacional, que realizamos en julio, y debía quedarme», admite a la Agencia Sputnik.
Este científico argentino había imaginado que con la llegada de la actual gestión, la nación sudamericana atravesaría un período similar al que vivió con el Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), cuando se redujeron las partidas de ciencia y tecnología y se ajustaron los salarios.
Fue aun peor de lo que pensaba. En el proyecto de Presupuesto 2025 enviado al Congreso, el Gobierno plantea el ajuste en ciencia y tecnología más severo que haya experimentado Argentina en toda su historia.
«Milei, en campaña, ya había expresado su desprecio por la ciencia y las universidades públicas, por lo que, desde que ganó las elecciones, supe que debía irme», reconoce Díaz-Caro. Ya con Macri «hubo un claro desinterés por parte del Gobierno en invertir en ciencia y universidades, pero en el período actual, pareciera que la intención es directamente destruir el sistema científico argentino».
AJUSTE SIN IGUAL
Con la prioridad de lograr equilibrio fiscal, el proyecto de Presupuesto 2025 plantea un recorte en el financiamiento de la ciencia y tecnología que representa una caída de 33,5 por ciento respecto a 2023, cuando el presidente Milei llegó a la Casa Rosada.
En esta tónica, la denominada «ley de leyes» que debe aprobar el Congreso contrae 45,1 por ciento el presupuesto en educación, y estipula la suspensión de una ley que obliga al Estado a que las partidas en esta área no bajen del 6 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB).
La partida destinada a ciencia y tecnología caería en términos reales 1,1 por ciento entre 2024 y 2025, con lo que apenas representará 0,2 por ciento del producto, según el Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación.
Estos recortes sitúan a la ciencia y a la tecnología argentinas con fondos 43,5 por ciento más bajos que los que tenía a disposición en 2015.
El principal centro de investigaciones científicas del país, el Conicet, experimenta este 2024 un ajuste de 25,5 por ciento de su presupuesto, y en 2025 tendría una rebaja adicional de 22,7 por ciento.
En el transcurso de este año, el organismo se ha desprendido de más de 600 personas entre personal administrativo y becarios, según señaló a la Agencia Sputnik la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). La agrupación Jóvenes Científicos Precarizados sostiene que el total de expulsados asciende a 1.090, si se toman en cuenta los despidos directos e indirectos a través del recorte en las convocatorias de las becas.
Díaz-Caro comenta que este año logró un financiamiento de la Unión Europea que le permitiría seguir con las cooperaciones internacionales dentro del Conicet, pero sus alumnos de doctorado «tienen salarios que no les permiten ni siquiera pagar un alquiler, por lo que el año próximo no podría reclutar nuevos estudiantes».
Este investigador no se explica que con el Gobierno de Milei hayan cerrado programas con más de 20 años de trayectoria, como las cooperaciones Ecos-Sud con Francia, iniciativas «con un costo mínimo para el Estado y un beneficio enorme, ya que el país contraparte pone gran parte de los recursos».
Estos retrocesos obstaculizan el desarrollo de una investigación de calidad en el país sudamericano, afirma el científico.
«O nos metemos en la trinchera a pelear para que no destruyan el sistema, dejando de hacer investigación para dedicarnos a esa lucha y con la esperanza de que en el futuro vengan otros a reconstruir lo que quede; o nos vamos a investigar a otro lado, esperando que quienes se queden a pelear logren que Argentina vuelva a ser un lugar propicio para investigar», plantea.
Dificultades siempre las hubo, y también poco financiamiento, pero debe primar «una voluntad política de que la ciencia argentina exista y sea una realidad», completa el investigador.
El presidente anunció en los últimos días que vetará una Ley de Financiamiento Universitario sancionada en el Congreso que garantiza los fondos para los centros superiores de estudios, lo que llevará a la comunidad universitaria a manifestarse en los próximos días.
La defensa de la educación, en especial de las universidades, convocó en abril la mayor movilización que haya atestiguado Argentina en los últimos años. (Sputnik)