Salomé Valenzuela tenía 13 años cuando desapareció el 16 de febrero de 2013 en San Miguel. Su cuerpo, con un disparo en la cabeza y quemado, apareció a 20 cuadras de su casa, pero una cadena de errores en la investigación permitió que su madre, Alejandra Valenzuela, la buscara viva durante casi siete años.
La pesadilla de Alejandra comenzó cuando su hija salió de la casa de su abuela para encontrarse con una amiga y nunca llegó. «Ma, te amo», fue el último mensaje que recibió de Salomé. Lo que siguió fue una búsqueda desesperada que se prolongó por seis años y ocho meses. La Justicia tardó todo ese tiempo en confirmar que Salomé había sido asesinada y enterrada como NN a las pocas horas de su desaparición.
Alejandra Valenzuela rememora el momento cuando fue a la comisaría a pedir que cotejaran el ADN del cuerpo de una niña calcinada encontrado cerca de su casa. Le dijeron que no era su hija y no la dejaron reconocer el cuerpo. Este error crucial dejó a Alejandra buscando a su hija por casi siete años, siguiendo pistas falsas y viviendo con la esperanza de encontrarla viva.
En 2018, el Ministerio de Seguridad ofreció una recompensa por información sobre Salomé, pero no hubo avances significativos. Fue en octubre de 2019 cuando un antropólogo forense le dio a Alejandra la noticia devastadora: la niña muerta encontrada en 2013 era su hija.
«La mataron el mismo día que desapareció», contó Alejandra, devastada. Salomé fue asesinada de un disparo, quemada y su cuerpo descartado en un descampado. La verdad salió a la luz gracias a otra familia que buscaba a una menor y pidió la exhumación del cuerpo, revelando el destino de Salomé.
El caso se convirtió en una investigación de homicidio que, hasta hoy, no ha imputado a nadie. «Lo que me hicieron no tiene perdón», afirmó Alejandra, quien sigue buscando justicia y respuestas. En febrero del próximo año, al cumplirse 12 años de su desaparición, si no hay avances, el expediente podría cerrarse, dejando el crimen impune.
«Lo único que me mantiene en pie es el odio hacia los asesinos de mi hija», expresó Alejandra. Ella lucha día a día con el dolor y la ausencia, aferrándose a los recuerdos de Salomé para seguir adelante. «Es un vacío enorme que uno tiene por dentro cuando pierde un hijo», concluyó.