A fines de los años 90, una ola de ataques sexuales brutales sacudió a la sociedad rusa en San Petersburgo. Las víctimas eran niños y adolescentes que sufrían secuestros, abusos y torturas extremas. La policía buscó al culpable durante años sin pistas claras, hasta que un joven logró escapar y describir al agresor. Ese fue el inicio del fin para Igor Irtyshov, uno de los depredadores sexuales más siniestros de la historia criminal de Rusia.

Irtyshov nació el 16 de agosto de 1971 en Krasnodar, en una familia marcada por la depresión, el alcoholismo y la violencia. Sus padres lo maltrataban constantemente. A los 10 años, sufrió un accidente de auto que le causó una lesión grave en la cabeza, dejando secuelas. En la adolescencia, fue diagnosticado con discapacidad intelectual leve y enviado a un colegio especial, donde sufrió abusos y violaciones por parte de compañeros.
En 1993, a los 22 años, se mudó a San Petersburgo en busca de oportunidades. Trabajaba como lavaplatos en un bar, pero también se prostituía para sobrevivir. Sus clientes lo conocían por su interés en el sadomasoquismo, posiblemente influido por sus traumas pasados. Psiquiatras que lo evaluaron en prisión señalaron que los abusos sufridos en su juventud dejaron una huella profunda en su personalidad.
Los ataques comenzaron en diciembre de 1993. Irtyshov persiguió a dos hermanos de 11 y 12 años en el parque Sosnovka, un área boscosa con lugares aislados. Los amenazó con un cuchillo, les dio somníferos y abusó de ellos antes de huir. Los niños, en shock, dieron una descripción confusa del agresor.
Poco después, cometió su primer homicidio. Secuestró a un niño de 9 años en el sur de la ciudad, lo llevó a un sitio desierto, abusó de él y lo asfixió accidentalmente, según confesó luego. La policía notó un patrón y intensificó la búsqueda.
En mayo de 1994, interceptó a un niño de 10 años que volvía de la escuela. Lo convenció de ir a ver un nido de pájaros, lo llevó a un ático abandonado, lo golpeó brutalmente, abusó de él y mutiló sus genitales. El niño sobrevivió y ayudó a crear un perfil del criminal.
Irtyshov siguió atacando impunemente. Uno de sus crímenes más crueles fue contra un niño de 9 años, abusado y torturado hasta quedar gravemente herido. La víctima fue trasladada a Estados Unidos para un trasplante de intestino, pero murió. Antes, intentó violar a un adolescente de 15 años, quien escapó y denunció.
La captura llegó en noviembre de 1994. Un compañero de departamento denunció anónimamente que Irtyshov había llegado con un maletín de un niño, diciendo que pertenecía a alguien a quien había abusado. La policía lo buscó, pero huyó a Murmansk, a más de 1.300 kilómetros. Regresó a San Petersburgo y fue detenido con pruebas de ADN y testimonios.
Al principio, negó todo y fingió trastornos mentales para evitar responsabilidad. Pero confesó los abusos y un homicidio. Los expertos descartaron la inimputabilidad, afirmando que era consciente de sus actos y podría premeditar más crímenes. En 1997, fue sentenciado a muerte, pero en 1999 se cambió a cadena perpetua por un decreto presidencial.

Irtyshov murió en febrero de 2021 de insuficiencia cardíaca en la prisión de máxima seguridad «Zona Mordoviana», en Sosnovka.
Este caso destaca la vulnerabilidad de los niños en entornos urbanos y la lucha contra depredadores seriales. La policía rusa aprendió lecciones sobre perfiles criminales y recolección de evidencia.




