Por sexta vez en lo que va del año, los precios de los combustibles experimentaron un aumento del 4 por ciento en promedio, marcando una tendencia al alza que afecta directamente a los consumidores y a la economía en general.
La decisión de las petroleras de ajustar los precios se debe en parte a la necesidad de mantener la rentabilidad ante la constante depreciación del peso, así como a la actualización de los impuestos asociados a los combustibles.
El impacto de estos incrementos se reflejó en los precios de la nafta súper, que ahora oscila alrededor de los $905 por litro en estaciones de servicio de YPF, mientras que el gasoil alcanza los $950.
Estos ajustes acumulan un aumento del 62 por ciento en lo que va del año y un asombroso 262 por ciento desde noviembre del año pasado. A pesar de esto, el sector petrolero advierte que los precios aún están rezagados y que los ajustes deben equilibrarse con la realidad del consumo, que ha experimentado una fuerte caída en medio del escenario recesivo.
La disminución del 17 por ciento en las ventas de combustibles desde diciembre, así como el notable descenso del consumo de nafta premium, son claros indicadores del impacto que estos aumentos tienen en los bolsillos de los argentinos.
Además, la equiparación de los precios de la nafta y el gasoil en Argentina con los de los países vecinos reduce la conveniencia de cargar combustible en el mercado local para los extranjeros, generando un nuevo desafío para el sector.